MIÉRCOLES DE CENIZA.

Hoy, miércoles de ceniza, damos inicio a la Cuaresma, un tiempo de oración, ayuno y penitencia para prepararnos para el acontecimiento más importante de la historia de la humanidad: nuestra Redención. Junto con el viernes santo, el miércoles de ceniza es un día de ayuno y abstinencia.

El Papa Juan Pablo II dijo:

“Con el rito de la imposición de la ceniza, que realizamos hoy, reconocemos que somos pecadores, invocamos el perdón de Dios, manifestando un sincero deseo de conversión. Así emprendemos un austero camino ascético, que nos llevará al Triduo pascual, centro del Año litúrgico”.

“Según la antigua tradición de la Iglesia, todos los fieles deben guardar hoy abstinencia de carne y ayuno, con la única excepción de los que razonablemente no pueden hacerlo por motivos de salud o de edad. El ayuno tiene un gran valor en la vida de los cristianos; es una exigencia del espíritu para mejorar su relación con Dios. En efecto, los aspectos exteriores del ayuno, con ser importantes, no son lo principal. Es preciso ponerlos en práctica con un deseo sincero de purificación interior, de disponibilidad a cumplir la voluntad de Dios y de solícita solidaridad con los hermanos, especialmente con los más pobres”.

“Existe un vínculo muy estrecho entre el ayuno y la oración. Orar es ponerse a la escucha de Dios y el ayuno favorece esta apertura del corazón”.

El Papa Francisco dice:

Jesús dijo: «Donde está tu tesoro, allí está tu corazón» (Mt 6,21). Nuestro corazón siempre apunta en alguna dirección: es como una brújula en busca de orientación”.

¿Dónde podemos fijar nuestra mirada a lo largo del camino de la Cuaresma? Es sencillo: en el crucifijo. Jesús en la cruz es la brújula de la vida, que nos orienta al cielo. La pobreza del madero, el silencio del Señor, su desprendimiento por amor nos muestran la necesidad de una vida más sencilla, libre de tantas preocupaciones por las cosas”. 

 “El Evangelio propone tres etapas, que el Señor nos pide de recorrer sin hipocresía, sin engaños: la limosna, la oración, el ayuno. ¿Para qué sirven? La limosna, la oración y el ayuno nos devuelven a las tres únicas realidades que no pasan. La oración nos une de nuevo con Dios; la caridad con el prójimo; el ayuno con nosotros mismos“.

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